sábado, 10 de agosto de 2013

Cadenas

He nacido dentro de una burbuja.
O eso
o que la placenta de mi madre
aún no me ha abandonado.
El caso
es que no puedo dar un paso
dirigido por mí misma.
Mis pies van dando tumbos
atados por el cordón umbilical
y llorando regueros de sangre,
que tintan el suelo con la pena
de una vida vacía
y escasa de lluvias y sol.
La piel se me escama de pasearla tan poco,
mis ojos son sensibles a la luz natural,
mi pelo se quema con el calor
y observar a las gentes pasar a mi lado
por calles amplias
me taladra la cabeza.
Mi frente pesa con cada segundo que pasa
de tanto almacenar formas de acabar
con esta existencia absurda
y ridícula
que no me lleva a ninguna parte,
solo me sirve para caer de lleno en el mar de la desesperación
y empaparme de envidia
al ver cómo viven las personas de mi edad.

Diecisiete años en lo alto de la torre
custodiada por dragones
que escupen prohibiciones silenciosas.
Diecisiete años sin saber qué es el mundo,
cómo se trata con el dinero,
por qué otros sonríen sintiéndolo y yo no.
Aparentar una vida de ensueño
escondiendo los miedos y la soledad
bajo montones de ropa nueva,
refugiarse en los libros de texto
para conseguir alagos por una simple nota
que conseguiría hasta el más zoquete
si no fuera tan vago.
Diecisiete años de memoria llena de agujeros
por donde se escapan sueños de libertad
y donde no hay
ni una pizca
de aventura.

El suicidio siempre fue una buena opción:
la exitación de planearlo,
seguido de la captura de los medios necesarios
y el culmen del proceso
con una carta escrita a mano
y dirigida a todos aquellos que aman poner cadenas
en tobillos como los míos.
Una idea tentadora
pero poco efectiva
pues nadie me asegura
que al otro lado
puedan haber emociones.
Es por ello
por lo que me limito a mirar
cómo otros posan en fotos alegres
y se bañan en champán
sin otra preocupación
que la duda ante qué harán
al caer la noche.

Y me quedo ahí sentada
en una silla negra del salón
leyendo poesía que me inspira
y me muestra vidas llenas
de instantes que las hacen que merezcan la pena,
y viendo películas que ya vi
solo por mantener la cabeza
y el corazón
ambos al margen de la realidad
para que esta no me haga más daño
del que ya me hace el metal en las extremidades.

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