sábado, 3 de agosto de 2013

Cuando menos lo esperemos

Melopea de versos
y razones para odiarte.
Entre botellín y botellín.
En un bar cualquiera.
Una noche sin importancia.
Bajando los ojos para tomar otro trago,
me pierdo en la espuma de este rubio
que reza por perderse conmigo
en la oscuridad cerrada de la barra,
donde nos hicimos ciegos tantos insomnios.
Náufragos de sed
y tierra de nadie,
somos conscientes de que,
un día de estos,
perderemos las fuerzas
y las trincheras,
levantadas con convicciones tambaleantes,
vacilarán un segundo antes de caer,
definitivamente.
Y entonces será cuando,
de repente,
sea un ser
y un nosotros,
y se borren los territorios conquistados
a golpe y porrazo.
Sin ton ni son,
vendrán las escapadas al infierno
y las vacaciones en tu cuello.
Cuando menos lo esperemos,
amor,
se abrirán nuevas heridas
que pedirán guerra sin cuartel
y besos a quemarropa.
Las manecillas del reloj nos manejan
ahora que nuestros pies no bailan
y las notas dejaron de sonar
en aquel verano fugaz.
Hoy suenan las cornetas que marcan
el tiempo de salida,
la carrera de relevos,
entre tu hoy y mi mañana,
entre tu lengua y la mía,
entre nuestras braguetas y nuestros miedos.
Pero la tormenta llegará esta vez
tras la calma,
y los nubarrones habrán volado
hasta aquí
para quedarse con nosotros.
Ya no habrá vuelta de hoja,
ni tiempo de arrepentimientos,
ni besos en tuppers.
Solo quedarán huellas en los labios
y enredos en el pelo.
Y un día,
amor,
cuando menos lo esperemos,
ya nos habremos olvidado
de este amor que quemaba hasta las cenizas
y los cuentos de princesas
habrán finalizado.

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