viernes, 2 de agosto de 2013

En cuerpo.

Nada es seguro en la comarca de su abdomen.
Ni la certeza ni la duda.
Las cordilleras que en él se encuentran
surgieron para llamar a manos
a la escalada.
Sin piedras pero con grietas
es difícil es ascenso.
Un sendero de agua dulce surca su espalda,
desembocando en cascadas que se dibujan,
transparentes,
al borde del final de su cuerpo.
En la cima se alza el cuello,
que se retuerce y se ablanda
con cada caricia de mis dedos.
Hay relieves que se levantan
cuando por el terremoto de tu boca
se expulsa lava
que sale del volcán de tu lengua
ardiente.
Hay pliegues que se extienden y me alcanzan,
y se levantan y me ascienden
hasta el cielo.
Junto a las nubes
los nubarrones de tus ojos estallan
y el agua cae mojando mi rostro.
Lluvia bendita
y gloriosa.
Y en tu frente,
las estrellas colisionan
con tus sueños,
creando nebulosas moradas
que arrancan suspiros.
Tu cuerpo,
tallado y contemplado al milímetro
por ángeles,
que hace sucumbir a todo mortal
que aprecie
y pruebe
tu piel salada.

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