viernes, 9 de agosto de 2013

Enredaderas

Como enredaderas que van a ninguna parte,
anduvimos por las calles del olvido,
montados en bici con la esperanza
y rodamos por los suelos con la maldición
que es enfrentarse
siempre
al mismo día.
La rutina nos cogió con las manos en la masa
e irrumpió en una fiesta en la que no había sido invitada.
Tiró los vasos de cristal
y las bebidas de la lujuría mancharon el suelo,
sembrando a su paso rosas con abundantes espinas
y abejas en sus senos.
La música de bailar pegados paró,
al igual que lo hizo el tiempo
tras bajar de su montura
y dejar su caballo atado a las puertas de nuestro paraíso,
de nuestro hogar construido con ladrillos firmes
como nuestro amor.
Pero los muros siempre son derribados
por un buen cañón.
Las banderas se quedan a media asta.
Y las cornetas anuncian el final.

Como enredaderas nos quedamos,
petrificados en una pared
y buscando a tientas el pasado dulce
que dejamos atrás
por culpa de no ser los valientes que nos prometimos.
Nos tumbamos boca arriba,
mirando cómo se esfumaba
aquello que revivimos con nuestras llemas:
las caricias que jamás se han dado.

Hasta aquí llegamos.
En mitad de un todo o nada nos hallamos.

Inamovibles en una espiral que nos absorve
y nos empuja hacia sus filamentos,
con una energía letal
que rompe nuestros huesos.

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