domingo, 4 de agosto de 2013

Otra fugaz mariposa.

La lluvia de metal es la peor de la temporada
porque el estaño
también mata.
Cada piedra plateada se adhiere,
cruelmente,
a las costillas
y se giran y penetran
hasta el fondo,
tocando las arterias.
Caricias de sangre las llaman,
pero,
como el fuego,
estas también abrasan.
Los trozos se aúnan
formando una espada,
que sortea al orgullo enemigo
y alcanza,
tres veces seguidas,
la rosa más roja de su pecho.
Tres golondrinas nacen,
rojas y burdeos,
y vuelan sobre el acantilado
repleto de nubes anoréxicas.
Mueven sus alas de plumaje escaso,
se tambalean
y caen en picado
en mitad de nada.
El flash back se inicia
y la vida pasa,
desde delante hacia atrás,
acabando con el telón
que oculta una sonrisa amarga.
Las luces de aquel cine se encienden,
la espada se retira,
las butacas escarlatas.
El filme llega a su fin
llevándose consigo un orgasmo,
que una vez fue feto,
que a su vez fue niño,
que a su vez fue joven,
y este fue adulto
y viejo.

Tanto miedo a la muerte
para nada,
ya que a fin de cuentas,
todos nos vamos
dejando tras nosotros
una estela
de diminutas motas de esperanza,
que danzan entre nubes
(ya más carnosas)
por el nacimiento de otra fugaz mariposa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario